Kunan harawikuna, ¿poesía contemporánea quechua?
Gonzalo Espino Relucé
EILA-UNMSM[1]
A fines de diciembre
del 2016 no había podido confirmar ni revisar Canas i sus relámpagos (1947), una antología poética que en mis
años de estudiante habíamos leído (Noriega 1993, Huamán Manrique 1996), fue por
esos días que llegó un grupo de amigos con quienes fuimos a comprar a
“Amazonas”, esa pila de lomos de títulos circunspectos y antojadizos al pie del río Rímac que sostiene a los
libreros de Lima. Aquella tarde, mis ojos se dirigieron a un grupo de
papeles viejos, entre un color amarillento, era el inconfundible papel bulki.
Me llamo la atención una ruma de impresos, que, para mi sorpresa, se trataba de
un trabajo que había realizado en el marco del Seminario de Literatura Peruana,
mi monografía estaba intacta acaso porque tampoco leyó mi trabajo el profesor
del curso; este hallazgo me permitió confirmar la existencia del poeta y los
poemas que consigno en mi antología (1982) tal como había hecho Julio Noriega
(1993). Esta vez, era mi propia versión, la de las aulas sanmarquinas. Unos
meses más tarde me reencontraría con el escurridizo Canas y sus relámpagos gracias a las pesquisas que hicieran los
integrantes de mi equipo de investigación EILA en Cusco.
La anécdota, por
cierto, parece banal, sin embargo, explica algunas de las preocupaciones con
las que salíamos de la Escuela de Literatura de San Marcos. En 1982 Eduardo
Ninamango Mallqui defiende un trabajo clave en el desarrollo de los estudios de
la poesía quechua, me refiero a Katatay
y la poética quechua de José María Arguedas. Julio Noriega presentaría parte de los resultados de su
investigación doctoral como Poesía
quechua escrita en el Perú (1993). Tres años después, Isaac Huamán Manrique
aportaría a la construcción del corpus de la poesía quechua con su tesis La poesía quechua escrita actual (1990-1995)
(1996). Yo había abandonado mi investigación sobre poesía quechua pues me
dediqué a estudiar poesías populares y literaturas orales de los pueblos
andinos y amazónicos; más tarde, hacia el 2000, retomé mis pesquisas sobre
literatura quechua con motivo de mi tesis doctoral. De manera que fuimos imaginando
qué había ocurrido con la palabra-letra en quechua, de cierto, seguimos las
proposiciones que en 1993 propusiera Julio Noriega, en ese andar concebimos una
propuesta de lectura para los textos andinos, que se tradujo en mi Etnopoética quechua (2007); años después
se publicarían dos textos claves para la discusión sobre el tema: Las provincias se contratacan (2009) de
Juan Zevallos y Caminan los apus
(2012) de Julio Noriega. A estas
investigaciones confluyen La
pervivencia de la identidad cultural como memoria del tiempo moderno en Sonqup
Jarawiinin, Umapa Jamutaynin, Runap Kutipakuynin de Kusi Paukar de Óscar Huamán Águila y La poética chanka en tres poemarios de Edwin Chillcce Canales, ambas investigaciones fueron defendidas como
tesis el 2017.
Lo nuestro coincidió
con un momento especial, en el Perú los poetas quechuas dejaron caminar sus
trabajos, seguramente porque, primero, el fin de la guerra interna creó un clima favorable
para el desarrollo de las letras quechuas que estaban estancadas en las gavetas
individuales; segundo, la promoción institucional que la literatura tendría
desde varias esferas (Premio Nacional de Literatura Quechua,
ministerios, gobiernos regionales que propiciaron concursos y publicaciones en
la lengua), que colaborará en la consolidación de cuando menos dos polos de
desarrollo para la literatura quechua de estos tiempos, Huamanga y Cusco; y,
tercero, aparecía un contexto propicio para las lenguas indígenas que venía
avalado por los convenios internacionales y la visibilización de las
literaturas indígenas en América Latina.
[1] Esta antología forma
parte de los resultados del proyecto de investigación 2017: Proceso de la poesía quechua contenporánea que
dirijo como coordinador de EILA de la UNMSM.
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